Contingencia del objeto alegórico frente al concepto de postmodernidad.
- Gustavo Zorrilla Z.
- 26 jul 2015
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El laberinto intelectual de la postmodernidad edificado sobre arena movediza, en cuanto al vasto número de modelos teóricos, pensamientos que en su gran magnitud resultan ser de alcance inteligible, se adaptan como vías de escape y deducción para tratar de reestructurar la significancia de la obra de arte, metafóricamente hablando; pero en circunstancias a nivel de debate se desquebrajan, de nuevo se reestructuran, y vuelve a unirse para luego fragmentarse en pequeños islotes de conocimiento tal como si fuesen oasis de salvación frente a la decadencia de lo decadente, haciendo valer esta redundancia en el gran sentido de la palabra.

El siglo XX es un rompecabezas elaborado a partir de significantes vanguardistas y neovanguardistas que emancipan la congruencia exacta, para que cada ficha de este gran horizonte encaje a la perfección, pero siempre queda como resultado una ficha sobrante, una ficha que no encaja por más que intentemos resolver los cuestionamientos planteados en torno al arte. Tomando como referencia una vez más el orinal del artista fránces Marcel Duchamp, o mejor dicho “la fuente", resulta ser sin lugar a dudas, el abrebocas más explicito para encarar la fractura que esta obra enmarca dentro de la definición de autor, muerte del arte y experiencia estética visual.
Cabe citar lo que Lyotard menciona acerca de la función del pintor y el novelista, de cómo estos -ponen en entredicho las reglas de la narrativa y lo plástico; están condenados a no gozar de la credibilidad ante los que reclaman realidad e identidad1 -, pero esta realidad e identidad pasan por el filtro del criterio político que unido a la par con los juicios y reglas esteticistas, decantan y preestablecen afirmaciones convincentes de lo que es real o no, en la aceptación de una obra experimental.
Por esta razón, la obra comienza su mutación para tomar esa apariencia significante, es el motivo por el cual Duchamp invierte la posición del orinal, para elevarlo a la categoría de objeto plástico estético, lo impresentable pasa a ser visiblemente estético, claro está, en esta sustentación del asunto ocurre una paradoja cuestionable; de inmediato el objeto desplaza su función específica primaria, para ubicarse en otra dimensión alterna ocupando otro lugar ajeno, pero a la vez reconocible, que en ultimas circunstancias condiciona las formas de reflexión –sala de exposición-, por ende, trastoca y reafirma la susceptibilidad del cambio dado, en convergencia hacia la nueva concepción de origen.
En términos Benjaminianos es el remolino de la tensión dialéctica, pues el objeto, en este caso el orinal, se niega y se reafirma, adquiere un ritmo cognoscitivo que promulga la idea de rehabilitación, de restauración ocupacional, a pesar de ser una obra antiarte, traigo a relación como justo argumento la frase “En cada obra de arte, comienza el arte”. Cuando Duchamp invierte la posición del orinal, esta expulsa tensión, tensión ambigua que representa un estado virginal, un objeto del que dispone su entera apariencia como dador de vida, listo para concebir la transformación en el pensamiento artístico, simbólicamente explicito; ejemplo claro su propio nombre, “fuente”, pues ya la fuente no está derramando esa sabia de manera convencional, todo el líquido seminal asciende, por eso su figura está inversa, origina la semilla, emana toda la combustión energética proveniente de la poética interna del objeto en sí.
Citando un ejemplo traído de los cabellos, me permito hacer la comparación simbólica entre la fuente duchampiana con la Venus de Willendorf, pieza única, arcaica, que ejemplifica los inicios y vestigios de una civilización que ofrecía tributo a la fecundidad. Es evidente que la figura a simple vista divisa la apariencia femenina, resulta ser biológicamente reconocible, pero curiosamente, su rostro está desprovisto de una fisionomía precisa, es un objeto de “culto”, esa resulta ser la sin salida del objeto de Duchamp, a pesar de sus esfuerzos por evitar que su insulto artístico intencionado, fuera categorizado como “arte”, en últimas no logra prescindir de tal postura.
El problema radica en la calidad de ambigüedad cuando enfrenta la postura receptiva del público observador, es la ambigüedad del acontecimiento predispuesto a los usos sociales del sentido, en cuanto a la noción de signo.
Duchamp se enfrenta a la noción de realidad establecida, maniobrando con técnicas de representación no convencionales, tratando de demostrar una validez conceptual con respecto a la situación real.
El orinal o “fuente” pasa a ser un ente sustitutivo ante la necesidad inminente de un cambio reflexivo en el vaticinio moderno, pero a la vez, equitativamente postmoderno en el arte2.
Toda la maniobra duchampiana consiste en una serie de juegos que inquieren en el descentramiento tanto del sujeto como del objeto, ambivalencia clara con referencia explícita ante la afirmación de Benjamin cuando menciona que –la obra de arte original se opone a su reproducción- contradicción manifiesta por Duchamp entendiendo que al apreciar estos objetos comunes como obras de arte, cada individuo es poseedor de una obra original en su propio entorno, no hay original, ni derechos de autor.
La “fuente” como objeto en calidad de moderno y representativo de postmodernidad, en última conclusión es centralizado a nivel alegórico3, asimilando el término alegoría como el esfuerzo sobrehumano del elemento provocador, al desafiar reglas anquilosadas de reciprocidades puestas a la orden del consumismo mediático plausible; provocador de metástasis discursiva que pondera la huella indeleble sobre futuros inmediatos en la hibridación significante-significado, como consecuencia de la autonomía sujeto-arte-objeto.
NOTAS:
1-Tomado del artículo ¿Qué es el postmodernismo?, de Lyotard J.F.
2-Según Lyotard, -una obra no puede convertirse en moderna, si en principio no es ya postmoderna, el postmodernismo así entendido, no es el fin del modernismo, sino su estado naciente, y este estado es constante.-
3-Referente al artículo “Impulso Alegórico” de C. Owens.
Las imagenes publicadas en este ensayo son:
1. La Fuente
Marcel Duchamp
1917
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