VISIONES DE PAISAJE
- Gustavo Zorrilla Z.
- 2 nov 2015
- 2 Min. de lectura

Dentro del contexto temático de las artes, la pintura de paisaje al aire libre, toma protagonismo, y autonomía en el siglo XIX. Como el elemento principal en donde el Flâuner, palabra francesa que significa “paseante”, es el mismo pintor quien agudiza sus sentidos en pro de inmiscuirse en el entorno realista que lo rodea, extrayendo de ello, los incentivos de inspiración presentes en sus recorridos fortuitos de aprehensión visual.
Yo le llamaría a esta acción “La revolución del ejercicio pictórico fuera del taller”, la naturaleza, el paisaje es el recinto creador vital, in situ, un taller vivo.
La inspiración visual que sigue al pragmatismo, no deambula atrapada en cuatro paredes, ni tampoco es un Parergon, o sea, un detalle secundario, que por más irrelevante que este sea, ubica en un contexto el desarrollo procesual y hace parte del argumento compositivo de la pintura.
El despliegue cromático como experiencia perceptiva que trasciende al lienzo, es una apropiación fragmentaria que el pintor hace suya, es la posesión de primera mano sin temor al error, con tal de capturar el gesto atmosférico de ese instante irrepetible. El pintor contempla, analiza, medita, se hace uno con el paisaje para de allí configurar otro nuevo.
Las pasiones y el amor por lo natural, es una veduta, que quiere decir la vista, dirigida al propio misterio creativo que es develado por cada artista acorde a sus intereses esenciales, pues como dice Goethe en su famoso libro “Werther”, afirmando: “Esto me confirmó en el propósito de no atenerme en lo sucesivo más que a la Naturaleza misma, porque ella sola es la que tiene riquezas inagotables y la que forma los verdaderos y grandes artistas”.
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