El MUNDO SELVÁTICO DE MANUEL GOMEZ VEGA (G.V.) -La inmersión de la ilustración en lo desconocido-
- Gustavo Zorrilla Z.
- 10 ago 2015
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 9 feb 2021
El papel del ilustrador es tratar de traducir e interpretar en lenguajes visuales las condiciones de experiencias cognitivas y sensitivas que un documento escrito, una composición musical, la vivencia dentro de un contexto determinado pueden motivar como punto de partida para recrear nuevos mundos, conectados por una serie de símbolos gráficos que demuestran una coherencia interna. Aclaro de ante mano, ilustración no es exageración como sí lo es la caricatura. La ilustración es representar de manera clara, una sensibilidad personal, única dentro de un situacionismo que existe, pero que en contextos más rigurosos también los documentales, artículos de prensa, prosa narrativa, pueden hacer suyos una forma particular de ilustrar, etc. Este material se estructura con una carga más difícil de asimilar, por la amplitud del léxico, frente al entendimiento y la necesidad de una comprensión común. Esta es la motivación por la cual se piensa en libros infantiles; el niño identifica lo que conoce, no lo que ve directamente, lo explico ante la energía del rayonismo como el infante lo expresa con el lápiz y el papel. Toda imagen es un símbolo, no hay duda de ello, hasta el rayonismo que menciono anteriormente es un símbolo, lo complicado es saber interpretar de la mejor manera con estos símbolos un determinado contexto, sea cual sea su carácter y con mayor razón, contextos tan cercanos y a la vez tan lejanos como son los lenguajes de la selva y todas la simbologías empleadas por las comunidades de habitantes nativos que viven inmersas en este mundo para nosotros tan “familiar”, pero extremadamente ajeno a nuestro entendimiento.
Hace un par de semanas tuve la oportunidad de asistir a la exposición del comunicador social e ilustrador Manuel Gómez Vega, dentro de una de las salas de la librería Casa Tomada en Bogotá, desafortunadamente el espacio dedicado a la muestra no le hizo el mérito justo para lograr apreciar de mejor manera la serie de ilustraciones minuciosas y detalladas, bautizadas con el nombre “Los Sueños de la selva”. Hablando con el autor, su concepto acerca de la muestra es el siguiente:
“La serie de los Sueños de la selva nace como producto de la emoción de descubrir, de manera un tanto espontánea y aleatoria, cosmogonías indígenas del territorio colombiano y venezolano. No son representaciones literales de mitos indígenas, son asociaciones creadas a partir del conocimiento de un abanico de cosmogonías, de flora y fauna hasta ahora extrañamente desconocido".
En medio de la conversación, con mis intenciones claras y curiosas de indagar aún más sobre este proceso, Gómez Vega complementa la entrevista afirmando:
“Mi interés por las culturas indígenas surgió por tres elementos aleatorios: mi suegro, que viaja a los llanos con cierta frecuencia, me regaló el calendario ecológico Sikuani que he mostrado en la charla (se han hecho varios, de tribus distintas), por ese calendario empecé a buscar sobre la cosmogonía de los Sikuanis. Por otro lado, desde hace dos años tenía conmigo un libro de Reichel Dolmatoff sobre los chamanes de la selva pluvial, que habla de la cosmogonía de los Desana. También he leído de los Uitotos y de los Yekuanas (en la amazonía venezolana). La cuestión es que cada una de estas tribus tiene un sistema simbólico con varias diferencias entre sí –que no he terminado de vislumbrar, porque no me he podido leer un libro completo de ninguno, pues de cada página brotan seres tremendamente sugestivos para ser dibujados. Llegué a estas tribus porque estaba buscando información de otras tribus, o porque en la biblioteca de la Javeriana encontré un libro al lado del otro… En ese sentido ha sido espontáneo. Mi búsqueda no ha estado referenciada por algún marco conceptual o algo particular, simplemente ha sido “lo que ha venido cayendo a las manos”. Comenzar a leer libros de narraciones de ellos mismos o libros de antropología sobre las tribus también me ha puesto en contacto con fauna y flora que desconocía hasta hace seis meses. Y me ha llevado a preguntarme, ¿cómo diablos es que una persona letrada, con acceso a mucha información, con acceso a una educación de universidad, solo ha venido a conocer de estos sistemas simbólicos y de esta fauna hasta los 36 años?
De alguna manera, nuestra forma de ver del mundo es muy pobre porque desde pequeños nos han enseñado a mirar el mundo desde el sistema simbólico occidental, impuesto, claro, desde hace siglos (el sistema religioso católico es apenas uno más). Que no está mal, pero al erigirse como el único ha hecho que dejemos a un lado otras maneras de relacionarse con el mundo, otras historias, etc. Como cualquier sistema religioso, estos sistemas de las tribus indígenas se han construido sobre el mundo o las selvas que conocen, sobre animales que conocen de manera directa. Mis ilustraciones buscan retomar algunos de estos animales y crear nuevas asociaciones, como “El surigato estaba perdido”. Ahora, ¿qué es un surigato (no es un suricato)? ¿Y cómo que está perdido? Y detrás del surigato, ¿qué es ese ser, un alma, un guardián, un ángel, un depredador? ¿Y cuál es su relación con el surigato? ¿Lo está acechando? ¿Lo está cuidando? ¿Se lo va a comer? ¿El surigato está perdido en el sentido de que no sabe dónde está o en el sentido de que está perdido porque se lo van a comer?
Con esta breve sinopsis hago la siguiente pregunta: ¿puede el ilustrador convertirse en un historiador, o a la vez iluminar y abrir nuevas puertas cognitivas con sus dibujos, ante la capacidad de entendimiento que cualquier época de la existencia humana, ha necesitado para crear una relación social más cercana entre culturas?
Definitivamente, las labores del ilustrador han sido subvaloradas por los campos de la pintura y la escultura, entendiendo que estas artes desde sus inicios han luchado para romper con la marginación dentro del gremio artesanal, logrando posteriormente un estatus que margina al dibujo como una labor menor, siendo esta una realidad vigente hasta mediados del siglo XX, tiempo en el cual el dibujante ya se considera un protagonista fundamental dentro del mundo del arte y los medios de comunicación.
El ilustrador como un historiador gráfico ilumina, no únicamente a sí mismo, sino al resto del público neófito frente a temas que desconoce. El trabajo de Gómez Vega es una alerta para acabar con nuestro orgullo postmoderno ante la sobresaturación informativa, y reconocer que nada sabemos fuera de nuestra quebradiza bola de cristal que es el falsamente llamado “mundo civilizado” con ínfulas de todo poderoso.
El material creativo del ilustrador es ilimitado, y con mayor razón, si dentro de ese campo poseemos un incentivo por descubrir como lo son nuestras subestimadas culturas aborígenes. Se puede hablar de un nuevo escape imaginativo, digamos, una libertad, que se tiene pero se priva de vislumbrar otros linderos debido al temor de la no aceptación del público postmoderno.
El filósofo alemán Herbert Marcuse hace una precisa reflexión sobre la libertad en estética:
“La Forma de la libertad no es meramente autodeterminación y la autorrealización, sino más bien la determinación y realización de metas que engrandecen, protegen y unen la vida sobre la tierra. Y esta autonomía encontraría expresión, no sólo en la modalidad de producción y de relaciones de producción, sino también en las relaciones individuales entre los hombres, en su lenguaje y en su silencio, en sus gestos y sus miradas, en su sensibilidad, en su amor, y en su odio. Lo bello sería una cualidad esencial de su libertad”.
El concepto estético-sociológico que define Marcuse redondea la gran necesidad que tenemos de entender que el mundo no se limita a lo que nos rodea, a lo que nos complementa y nos hace felices en un instante pasajero, esta postura sería una consideración muy pobre por parte del espíritu humano civilizado. La fijación y consciencia en comprender que el miedo ante lo desconocido nos delimita las metas creativas, nos despierta y clarifica ante lo ocurrido en la obra de Manuel Gómez V. Las civilizaciones aborígenes actuales están presentes como vestigios perennes de lo que ocurrió en el pasado remoto latinoamericano, no por culpa de la ignorancia se debe huir de lo que puede volver a ser un nuevo destino inspirador en el universo imaginario del ilustrador. Es una obligación por parte del creativo apropiarse de lo conspicuo del arte simbólico aborigen, y a esto le anexo la opinión que el antropólogo estadounidense Ronald Duncan le da al arte precolombino, muy propio y actual para finalizar el artículo:
“El arte precolombino es arte. Como tal, puede considerarse una expresión visual y puede ser estudiado en términos de las propiedades formales de su visualidad. Pero, debido a que proviene de culturas exóticas del pasado, la tendencia es envolverlo en un ovillo de mitología, rituales y cosmología, que lo aísla de nosotros”.
Las imégenes publicadas en este ensayo son:
1. El surigato estaba perdido
Gomez Vega
(2015)
2. Pacu
Gomez Vega
(2014)
3. El primer viaje
Gomez Vega
(2015)
Para conocer más sobre el ilustrador, darle click sobre las imagenes.
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